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viernes, mayo 23, 2008

Alguien dijo alguna vez...
(2da entrega)
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Alla lejos y hace tiempo se publicó un listado de frases, bajo el nombre de "Alguien dijo alguna vez...", el que tuvo gran repercusión, ¡4 comentarios!, cifra sideral para las pretenciones de este blog. Es por eso que hoy les dejó la segunda entrega de "Alguien dijo alguna vez...".
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Albert Einstein:
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“¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.”
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“Hay dos cosas que son infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro.”
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“La teoría es asesinada tarde o temprano por la experiencia"
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“Lo importante es no dejar de hacerse preguntas.”
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“Si mi teoría de la relatividad es exacta, los alemanes dirán que soy alemán y los franceses que soy ciudadano del mundo. Pero si no, los franceses dirán que soy alemán, y los alemanes que soy judío.”
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“Se debe hacer todo tan sencillo como sea posible, pero no más sencillo.”
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“La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.”
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“Cada día sabemos más y entendemos menos.”
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"Todo es relativo, excepto la velocidad de la luz en el vacío".

martes, abril 08, 2008

TATO BORES: Monólogo + Yapa


Aca va un interesantísimo monólogo de Tato, escrito por el guionista Santiago Varela...ah! y como dice la canción: "...vos también tendrás lo tuyo corazón..." .



Monólogo (Autor: Santiago Varela)


La culpa de todo la tiene el ministro de Economía dijo uno.¡No señor! dijo el ministro de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo. La culpa de todo la tienen los evasores.


¡Mentiras! dijeron los evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50 por ciento también en negro. La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuesto.

¡Falso! dijeron los de la DGI mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo. La culpa de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita.


¡Pero, por favor...! dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas públicas. La culpa de todo la tienen los de la patria financiera.


¡Calumnias! dijo un banquero mientras depositaba a su madre a siete días. La culpa de todo la tienen los corruptos que no tienen moral.


¡Se equivoca! dijo un corrupto mientras vendía a cien dólares un libro que se llamaba "Haga su propio curro" pero que, en realidad, sólo contenía páginas en blanco. La culpa de todo la tiene la burocracia que hace aumentar el gasto público.


¡No es cierto! dijo un empleado público mientas con una mano se rascaba el pupo y con la otra el trasero. La culpa de todo la tienen los políticos que prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos.


¡Eso es pura maldad! dijo un diputado mientras preguntaba dónde quedaba el edificio del Congreso. La culpa de todo la tienen los dueños de la tierra que no nos dejaron nada.


¡Patrañas! dijo un terrateniente mientras contaba hectáreas, vacas, ovejas, peones y recordaba antiguos viajes a Francia y añoraba el placer de tirar manteca al techo. La culpa de todo la tienen los comunistas.


¡Perversos! dijeron los del politburó local mientras bajaban línea para elaborar el duelo. La culpa de todo la tiene la guerrilla trotskista.


¡Verso! dijo un guerrillero mientras armaba un coche-bomba para salvar a la humanidad. La culpa de todo la tienen los fascistas.


¡Malvados! dijo un fascista mientras quemaba una parva de libros juntamente con el librero. La culpa de todo la tienen los judíos.


¡Racistas! dijo un sionista mientras miraba torcido a un coreano del Once. La culpa de todo la tienen los curas que siempre se meten en lo que no les importa.


¡Blasfemia! dijo un obispo mientras fabricaba ojos de agujas como para que pasaran diez camellos al trote. La culpa de todo la tienen los científicos que creen en el Big Bang y no en Dios.


¡Error! dijo un científico mientras diseñaba una bomba capaz de matar más gente en menos tiempo con menos ruido y mucho más barata. La culpa de todo la tienen los padres que no educan a sus hijos.


¡Infamia! dijo un padre mientras trataba de recordar cuántos hijos tenía exactamente. La culpa de todo la tienen los ladrones que no nos dejan vivir.


¡Me ofenden! dijo un ladrón mientras arrebataba una cadenita a una jubilada y, de paso, la tiraba debajo del tren. La culpa de todo la tienen los policías que tienen el gatillo fácil y la pizza abundante.


¡Minga! dijo un policía mientras primero tiraba y después preguntaba. La culpa de todo la tiene la Justicia que permite que los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra.


¡Desacato! dijo un juez mientras cosía pacientemente un expediente de más de quinientas fojas que luego, a la noche, volvería a descoser.La culpa de todo la tienen los militares que siempre se creyeron los dueños de la verdad y los salvadores de la patria.


¡Negativo! dijo un coronel mientras ordenaba a su asistente que fuera preparando buen tiempo para el fin de semana. La culpa de todo la tienen los jóvenes de pelo largo.


¡Ustedes están del coco! dijo un joven mientras pedía explicaciones de por qué para ingresar a la facultad había que saber leer y escribir. La culpa de todo la tienen los ancianos por dejarnos el paísque nos dejaron.


¡Embusteros! dijo un señor mayor mientras pregonaba que para volver a las viejas buenas épocas nada mejor que una buena guerra mundial.La culpa de todo la tienen los periodistas porque junto con la noticia aprovechan para contrabandear ideas y negocios propios.


¡Censura! dijo un periodista mientras, con los dedos cruzados, rezaba por la violación y el asesinato nuestro de cada día. La culpa de todo la tiene el imperialismo.


Thats not true! (¡Eso no es cierto!) dijo un imperialista mientras cargaba en su barco un trozo de territorio con su subsuelo, su espacio aéreo y su gente incluida. The ones to blame are the sepoy, that allowed us to take even the cat (la culpa la tienen los cipayos que nos permitieron llevarnos hasta el gato).


¡Infundios! dijo un cipayo mientras marcaba en un plano las provincias más rentables. La culpa de todo la tiene Magoya.


¡Ridículo! dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto.


¡Cobardes! dijo Montoto que de esto también sabía un montón. La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir boludeces.


¡Paren la mano! dije yo mientras me protegía detrás de un buzón.Yo sé quién tiene la culpa de todo. La culpa de todo la tiene El Otro.¡EL Otro siempre tiene la culpa!¡Eso, eso! exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro.Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto. Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar: ¡Qué flor de guacho que resultó ser El Otro...!


Yapa


Qué país! ¡Qué país! ¡No me explico por qué nos despelotamos tanto...si éramos multimillonarios! Ud. iba y tiraba un granito de maíz y ¡paf!, le crecían diez hectáreas... Sembraba una semillita de trigo y ¡ñácate!, una cosecha que había que tirar la mitad al río porque no teníamos dónde meterla... Compraba una vaquita, la dejaba sola en el medio del campo y al año se le formaba un harén de vacas... Créame, lo malo de esta fertilidad es que una vez, hace años, un hijo de puta sembró un almácigo de boludos y la plaga no la pudimos parar ni con DDT. Aunque la verdad es que no me acuerdo si fue un hijo de puta que sembró un almácigo de boludos, o un boludo que sembró un almácigo de hijos de puta.

Tato Bores

martes, febrero 12, 2008

Hasta Siempre Osvaldo


Articúlo publicado por José Pablo Feimann en Página /12 el 30 de enero de 1997 tras la muerte de su amigo Osvaldo Soriano.

José Pablo Feinmann
"Osvaldo fue un invento irreemplazable"

Entre tantas cosas inesperadas (que se muriera, por ejemplo) ocurre tanto con los libros de Osvaldo que, abruptamente, se han transformado en sus obras completas. Siempre uno veía su obra como una obra abierta: era la obra que Osvaldo estaba escribiendo. Si este libro no me había gustado, tal vez me gustara el próximo, porque me habían gustado, y mucho, el primero y el segundo. Era, así, un escritor abierto. Un escritor vivo, con una obra en curso. Uno esperaba tener Soriano por, pongamos, veinte años más. Uno se había acostumbrado a vivir con Soriano. A esperar sus contratapas, a esperar sus libros. (En alguna especial medida esto me contempla: siempre fui su contemporáneo, ya que tengo su misma edad, ya que nacimos en el mismo año de 1943.) Cuando otro se muere uno busca siempre en su memoria algún momento que pasó con él. Cierta vez (habrá sido, creo, por 1987) Juan Sasturain convocó a algunos escritores para crear una serie policial que se llamaría "Disparos en la Biblioteca". Así, nos reunimos con Juan Martini (en ese entonces Juan Carlos), con Ricardo Piglia, Jorge Manzur, Sergio Sinay y, claro, Osvaldo Soriano. El Gordo estaba muy entusiasmado con su computadora. Creo que era el único de nosotros que ya utilizaba el teclado con pantalla. Y ahí estábamos: Sasturain, Martini, Piglia, yo y lo mirábamos muy atentamente mientras explicaba que la máquina de escribir había sido el invento más fugaz de la humanidad. La fugacidad (y no creo que el Gordo lo sospechara esa noche porque estábamos tomando buen vino, comiendo buen asado y luego, como siempre hacen los escritores, empezamos a hablar de mujeres y de libros y de cine, conjeturo que en ese orden) es una modalidad de la vida que nos cuesta aceptar. Uno vive como si fuera a ser eterno. O, al menos, a durar bastante. Pero no: somos como la máquina de escribir. Inventos fugaces. Sólo que en el caso del Gordo no hay teclado con pantalla que valga. Soriano fue un invento irreemplazable.

por J.P.Feinmann en el diario Página\12, 30 de enero de 1997.© 1997 Página 12. All Rights Reserved.